Mi abuela

Fue una tarde, justo a la hora de comer, habían llamado al teléfono, lo cogió mi madre, llamaban desde la residencia donde teníamos a nuestra abuela ingresada, nos dieron la peor noticia que le pueden dar a una persona, sabes que es ley de vida, y que pueden llamarte en cualquier momento, pero te engañas, piensas que nunca llegará ese día, pero no, fue un duro golpe para todos y en especial para mi padre.

Hacía tiempo que la ingresamos ahí, pues la habían diagnosticado demencia senil, ¿se podía valer por sí misma? Yo quería creer que sí, pues hacía vida lo más normal que de una persona se espera, incluso ir a la compra o cocinar, pero hubo varios sustos como dejarse el fuego encendido o que nos llamara diciendo que oía voces, era una tristeza que escondías como si de una anécdota graciosa se tratase, había veces que sin más se ponía a hablar con esas voces y cantaba o eran cosas graciosas del pasado y uno no le daba importancia, hasta te hacía sonreír inocentemente.

De esto fue ya hace tiempo, quizá, debido a la tristeza, de lo que acontece una muerte he omitido todo el trámite del funeral y demás, sé que la incineramos y que cuando pudimos llevamos sus cenizas a su pueblo natal, cerca de Burgos, me acuerdo que fuimos en coche desde Oviedo de donde somos.

Cuando fuimos a la residencia después de la llamada, estaba en su habitación, tumbada en la cama, la miraba incrédulo, si era cierto que estaba muerto ¿por qué la tenían ahí de cuerpo presente? Nos contaron que estaba bien, que empezó a sentirse como indispuesta y que se acostaría un rato para ver si recuperaba, se durmió, para siempre.

Era raro, me acuerdo que la cogí con la mayor delicadeza que pude de la mano y la otra mano en un su hombro, me acerqué y la susurré -despierta, ponte bien pronto, tenemos que contarnos nuestras cosas- o algo por el estilo, no sabía bien que hacer, mis sentimientos estaban contrariados, salí de la habitación agitado, confuso, fui al pasillo a mirar por la ventana, las lágrimas afloraron sin remedio, amargamente, había gente que la habían conocido estando ella ahí, así que vinieron a consolarme y a darnos el pésame.

A mi mente me vienen imágenes de todo tipo, pero sobre todo de cuando íbamos a visitarla a Madrid, donde ella vivía, resultó curioso que las vecinas que tenía puerta con puerta, tanto a un lado como al otro, eran viudas al igual que ella y tanto ella como sus adorables vecinas nos daban un dinerillo extra, unas monedillas o lo que fuera, hasta mil pelas de aquella, tanto a mi hermano como a mí, también la comida tan rica, especialmente la ensalada de tomate y la tortilla de patata y sobre todo el frio que hacía el invierno, nos tenía que calentar las sábanas de la cama con una bolsa de agua bien caliente o de cuando en verano salíamos a la terraza a sentarnos en la mecedora o de cuando teníamos que abrir las ventanas de par en par para que entrara aire, aún así pasábamos un calor infernal, además el televisor era de botones y tenías que levantarte para cambiar de canal, la verdad tengo que reconocer que son recuerdos muy felices.

Raro

La sangre caía a borbotones. ¿Quién podía haber hecho semejante barbarie? Era un edificio en ruinas, con escombros y polvo, los cuerpos yacían descuartizados y la sangre había formado un enorme charco de color rojizo oscuro, con tonos granates, oscurecido por el paso del tiempo, aunque no había pasado mucho desde aquel suceso.

Uno de mis compañeros estaba, por así decirlo, asombrado y repugnado, el otro no pudo soportarlo y se retiró a tomar aire; le daba nauseas aquel lugar tan siniestro y el esperpento que acontecía ante nuestros ojos. De repente un ruido nos puso en sobre aviso, una sombra crecía de la nada y le dimos el alto, pero aquella cosa, o quien fuera  hizo caso omiso, se movía rápido, y se abalanzó sobre nosotros, no hubo más remedio que echar mano a nuestras armas, disparando nuestras metralletas sin cesar, en nada nos habíamos separado, les perdí de vista, pero la sombra me seguía ávida, yo corría, me costaba despistar a aquella cosa, las piernas me pesaban más de lo normal, todo estaba lejos aquella noche tan negra como sombría, me desesperaba, sudaba, mi corazón se aceleró, mi respiración era frenética, acelerada, quería gritar pero el miedo me atenazaba y no podía.

Había un callejón, al fondo la luz de la calle, cuando al fin pude salir y alcancé a mezclarme entre la multitud, había quien me miraba raro y susurraba, la mayoría me ignoraba, intentaba pedir auxilio, pero de mi boca apenas pude articular palabra alguna, al menos que fuera legible, me puse la mano en el corazón intentando tranquilizarme y estar más calmado, pues no podía más que balbucear, hasta que me controlé e intenté contar lo sucedido a las personas que empezaban a formar corrillo a mi al rededor, pero ninguno de los ahí presentes me creyó.

Salí de esa calle a la avenida principal, intenté que alguien me pudiera llevar lejos de aquel lugar, intentando hacer autoestop, hasta que un descapotable rojo paró a mi lado, conducía una chica, con un simple gesto de cabeza me indicó que podía subir, me lo repitió también con la mano, así que monté en el coche, le di las gracias cuando ya me hube sentado, le conté lo sucedido, tenía que regresar al cuartel e informar, saber si mis compañeros seguían vivos.

No sé si se había tragado la historia, pero era verdad, ¿qué otra cosa podría decir? La cuestión era que me miraba fijamente, apenas parpadeaba, asintiendo todo el rato, la verdad era que aquella chica era joven, rubia, con los labios pintados de un rojo intenso, además tenía unos pechos prominentes.

Me dijo que tenía que ver a una amiga por el camino, así que pasados unos minutos paramos por una calle menos transitada; la amiga estaba esperando, tenía un macaco en el hombro izquierdo, yo me sentía como aquel simio, algo ridículo.

Hablaron apartadas, muy discretas, la chica del coche  le dio un dinero a su amiga y ella a su vez una bolsa, que luego comprobé que era fruta, la amiga marchó y la chica que me acogió en su coche me dijo que antes de reanudar la marcha podíamos tomar un café en una plaza no muy lejos de ahí así que acepté de buen gusto.

Fuimos paseando hasta la cafetería, ella me contó que se llamaba Daniela, era brasileña, tenía treinta y tres años, tenía una hija viviendo con ella y llevaba poco tiempo  en España, tenía estudios, y era abogada por eso se podía permitir ciertos lujos. Yo me presenté, aunque no con mi verdadero nombre, pues desconfiaba, sería cosa de la profesión o quizás de lo que me habían inculcado mis padres, quien sabe, y sin cómo estaba besando sus labios carnosos, la invité al café como buen caballero y educado, nos fuimos agarrados de la mano. Entramos en una tienda de antigüedades, miramos muchos objetos de lo más raro que pudiéramos imaginar. Ahí encontré a un amigo de la infancia, tenía una novia que era mayor que él, pero quienes éramos nosotros para juzgar nada.

Salimos los cuatro de aquella tienda, fuimos hasta unos bancos y nos sentamos, mi amigo y yo nos quedamos de pie, mientras que ellas estaban sentadas.

Me di cuenta que por el tipo de suelo me podía deslizar como si patinara, mi amigo que también, me  retó a echarme una carrera, así que acepté de buen modo.

En seguida le saqué la delantera, pero al llegar a una curva el suelo era diferente, ya no resbalaba, luego había unas escaleras que bajaban y otras que subían, nos metimos por ellas, ahí me adelantó y luego le perdí de vista, al terminar de subir me di de bruces con mis padres, les quise presentar tanto a mi amigo como a la chica que  había conocido, pero les había perdido de vista, mis padres  me siguieron de primeras, aunque más tarde también les di por perdidos, me sentía frustrado por no encontrarlos, especialmente a aquella chica, sin la menor pista, ni si quiera un número de teléfono para poder llamarla, pero nada. Me metí en un callejón en donde había diferentes puestos de comida casera, incluso deliciosos postres, era inquietante, todo se había tornado raro, confuso, todo me daba vueltas, no sabía qué pudiera estar pasando, no entendía nada y estaba cada vez más nervioso, hasta que…

Desperté sobre saltado y confuso, ¿por qué había tenido ese sueño tan raro?

Zafio

Zafio, Zafia según la RAE (Real Academia Española):

Quizá del ár. hisp. falláḥ ṣáfi ‘mero labrador’.

1. adj. Dicho de una persona: Grosera o tosca en sus modales, o carente de tacto en su comportamiento.

2. adj. Propio o característico de la persona zafia. Modales zafios y ordinarios.

3. adj. Dicho de una cosa: Tosca o vulgar.

4. adj. Perú. Desalmado.

-pues eso amigo mío, es lo que me han llamado mis padres, a mi puta cara y en mi casa y todo gratis, después de estar toda la tarde revolviendo y poniendo todo patas arriba, yo sabía que irían a tomar unas medidas, supongo que lo hicieron, ya puestos pues también debieron de mirar todos los rincones, ellos con su buena voluntad de darme unos muebles que ya no quieren y así me los apañan siempre que les encaje claro. Ya que tienen una copia de las llaves, pues son mis padres y me fio, tiene confianza plena para venir cuando quieran, no sé, lo normal, si hay una emergencia o necesito que vengan a regar las plantas cuando me voy de vacaciones o vengan porque yo les invito o como en este caso para hacer eso que dijeron, pero cuando llego, tal es mi sorpresa, está todo manga por hombro, vamos un zafarrancho de combate, con un montón de bolsas y no contentos con eso, siguen hurgando entre las cosas y haciendo más paquetes todos para tirar, apartan uno que dicen que son bolas vacías para que puedan usar, que tengo de sobra, así que ven cosas como dice mi madre “de esa mujer” o también “de la vieja esa” que me parece horrible y grosero, de una falta de educación imperdonable, pero intento no mosquearme y trago con todo, aunque por dentro ardo en cólera, esperando a que marchen, viendo por la ventana como tiran los paquetes que tenían apartados y llevando más cosas, en cuanto hubieron marchado, bajé escopetado para rescatar de la basura el mayor número de bolsas, pero el daño ya estaba hecho, la habían tirado unos zapatos y una camiseta totalmente nuevas y no sé qué más cosas, no sé, colonias y objetos de belleza, que ya perdidas están y todo porque no consienten que esté con una persona que es mayor, de otro país, latina, yo que sé.

– Jooooder jandrix, yo no sé qué hubiera hecho, me dejas flipando, perplejo, no sabía que tus padres fueran así, yo les tenía otro concepto, de saber estar y más educados, respetuosos y sobre todo con las cosas ajenas, que vergüenza.

-pues sí y encima me llaman zafio, tócate los huevos, ¿crees que hago mal? ¿Estoy equivocado?

-Para nada amigo.

Mentiras

Mentiras,

de las que llamamos piadosas,

de las que pesan,

de las que duelen.

Mentiras.

Verdades a medias,

verdades enmascaradas,

verdades ocultas.

Necesidad de enmascarar una dura verdad,

esa verdad que hiere y

se hace sangrante.

Cuando esa verdad disgusto da,

traición por un sentimiento,

que enterrado queda,

con un confuso pensamiento,

de una idea quizás errónea,

que sólo tú creas acertada,

hacia esa persona o personas,

ya sea

amistad, pareja, familia.

En un momento dado

creas ese engendro,

de pura farsa,

llamada mentira.

Una rata sucia

que se come tus entrañas,

y te retuerces,

y te ensucias,

y te manchas,

transformándote en un ser

esquivo, escurridizo, fugitivo.

Una montaña que alimentas,

hasta que sin darte cuenta,

la luz desquebraja esa oscuridad,

estallando, dejándolo perdido,

atado de pies y manos,

contra la espada y la pared,

sale la mierda a flote,

sintiéndote

impotente, indefenso, frágil.

Surgiendo una guerra de palabras,

amenazas, improperios varios.

Te acusan,

te increpan,

te interrogan.

Ante sus ojos

un delincuente eres.

Y todo…¿Por qué?

Porque tu verdad,

sabes que no la toleran,

sabes que no la respetan,

entonces, decides hacer

puro malabarismo,

puro teatro.

Juegas a ser,

juegas a reír,

intentas a nadie herir,

pero… ¿quién miente más?

Ellos que te criaron en el respeto,

ellos que te criaron en la tolerancia y

son los primeros que

ni respeto, ni tolerancia.

Al final, todos perdemos.

En la piscina

Uf, que calor tengo, menos mal que este año ya tenemos la piscina y nos podemos bañar, además quiero tomar un poco el sol para coger algo de color, que hoy viene mi hija con su novio, es un portento, y además abogado, tiene un cuerpo que es de pecado, sobre todo por los pensamiento impuros, mas que pensamientos son fantasías, casi mejor ni pienso que me da mas calor, me recuerda al de la tele, el presentador de no que programa, que bueno que esta, de tanto pensar en él me ha entrado sed.

Julio cariño ¿me puedes traer un vaso de agua por favor?-

Míralo es igual que un oso, eso si un oso dócil, amaestrado, con esa barriga que tiene ahora que dejó de fumar, que no para de comer o mejor de engullir un día le va a dar algo, si es que no para.

Aquí tienes amor, tu agua-

Gracias-

Le doy varios tragos, como lo necesitaba, si es que a poco me deshidrato.

Al instante veo que entran mi hija y su novo, ese pedazo de pan, les saludo,

Buenos días ¿Cómo están los tortolitos?- les doy un par de besos, cuando estoy a su lado le examino de arriba a bajo con un a mirada rápida, furtiva y concisa.

Cambiaros, poneros los bañadores, así podréis tomar el sol y bañaros que hay que disfrutar del día- les animo.

Ellos, prácticamente a la vez sueltan con gran alboroto,-¡nos casamos!

Que alegría os casáis que felicidad estoy emocionada- digo, me acerco para felicitarlos, me arrimo al novio y me dejo caer como entre desmayo y torpeza, me agarra fuerte entre sus brazos, fue un instante, pero que instante, me levanto y les abrazo efusivamente, si es que este chico esta fuerte, pero de verdad.

Mas tarde se cambian y salen en bañador, que cuerpo, que culo, si ese abdomen es una teta que me comería gustosa, si es que va provocando, intento centrarme pero me es imposible, así que me doy un baño en la piscina para refrescarme, salgo y me voy a mi cuarto a cambiarme, dejo que por un instante me aborden las fantasías, pero me interrumpe el pitido del móvil, es Alex, mi hijo, que viene a comer con su novia, esa fulanilla, ya me imagino a mi marido babeando todo el día tras ella y haciendo payasadas, hoy tendré que visitar al párroco a confesar estos pecadillos, eso si como  pille a Julio haciendo algo con la guarra de la novia de Alex se la corto.

Pasado oculto. Capítulo 7: El desenlace

El Bar Manolo es punto de encuentro de muchas personas, muchos de los cuales pasan ya las cincuenta primaveras, aunque hay de todas las edades, la mayoría toman unos culines de sidra y cantan, en una mesa están María Expósito, Herminia y Miguel, se reúnen ahí para charlar de sus cosas, pero esta vez es diferente, María les reunió para concretar ciertos detalles del pasado de la vida familiar de ambos, no antes de que estos recopilaran datos del pasado de sus familiares, preguntando a los mas cercanos, a  la tía en caso de Herminia y a su padre en caso de Miguel, parte de los datos ya lo sabían en especial Miguel que siempre oía todo lo que le contaban tanto su padre como sus abuelos, especialmente su abuelo paterno, Herminia como sólo tenía a su tía, a parte de las historias y demás batallitas, todas interesantes, lo que si hizo fue sacar bastantes cosas a la luz,  en especial algunas de las fotos, cosa que por alguna razón  María esperaba.

Tenía en mente no solo el hecho de querer cambiar el apellido, Expósito, sino que antes quería averiguar su pasado, quienes fueron sus padres.

Los datos que traían y sobre todo las fotos reveladoras de lo que podría ser una verdad en que ahora María en principio sospechaba, pues podría ser que ella y Herminia fuesen hermanas y no lo supiesen, es posible que tuvieran un padre en común, las historias  y las fotos encajaban en el rompecabezas de lo que sospechaba, eran pruebas en principio mas que evidentes, pero ella necesitaba saber más, sólo eran ideas que tenían que unir como piezas, porque a lo mejor en el menor de los casos sería una mera coincidencia y no fuese como ella esperaba, así que del Bar Manolo salieron a Oviedo al Hospicio dónde se crió María, quería hacer preguntas a las monjas al respecto, tenían que ir los tres, con las fotos y sacarlas la verdad, aunque doliese.

Una vez en el hospicio, entraron juntos, preguntaron por la Priora, enseguida les atendieron, y les llevaron hasta el despacho, pero sólo pasó María, pasado un tiempo salió con los ojos llorosos, y en su mano un montón de cartas, junto con una foto, justo la foto que dejó su padre en una primera carta antes de dejarla en el hospicio, ahí aparecía su padre y su madre embarazada de ella, les contó que su madre murió quince días después de que ella naciese, que su padre en aquel entonces era maqui y tenía que huir, lo evidente se transformó en real, María y Herminia eran hermanas, y que aquel hombre era su padre.

Pasado oculto. Capitulo 4: María

Hoy fui con las monjitas desde el orfanato de Oviedo a Pola de Siero, porque dicen que poco a poco tengo que aprender lo que ellas hacen, según ellas, hoy voy a echarlas una mano y trabajar como ellas, ayudando a las personas mas necesitadas, aquellas que se presentaban en la parroquia para poder darlas ropa y comida, aunque hacía algo, pero eran pequeñas cosas y siempre bajo la atenta mirada de las hermanas, como dicen que se llaman, porque según ellas, todas somos hijas de nuestro señor, Dios, el creador de todas las cosas, quien dice que es lo que se tiene que hacer, porqué, cuándo, cómo y dónde, de los colores y las formas, todos las cosas, seres y personas de la tierra, yo no entiendo que si eso es cierto, entonces mis padres tendrían que estar conmigo, ellas dicen que tienen una misión con Él, desde el cielo, pues una de las cosas es velar por mí, lo que yo no entiendo es que sería mas fácil si velasen a mi lado y estuvieran a mi lado siempre, jugando como los demás papas y mamas con los niños y niñas, que les dan besos, abrazos, hay veces que por mucho que insista me responden con lo mismo y que aprenda a mantenerme siempre firme y con la fe, que rece, que seguro que así mis padres me oyen y les puedo decir lo que siento, muchas veces me regañan porque yo me siento triste porque como no les conocí, sólo tengo una foto de mi madre en un colgante que tengo y lo beso todos los días antes de acostarme y la rezo y desde la ventana miro al cielo y cuando veo las estrellas imagino que me mira y me sonríe, a mi padre lo imagino al lado, pero no le hago una imagen de su cara.

Muchas veces la priora me regaña cuando me oye decir todas estas cosas, me dice que no tenga envidia de los demás niños que es un pecado, que como siga así perderé la fe y seré castigada por el poderoso e iré al infierno, hay veces incluso que se enfada tanto que me da alguna cachetada y me voy llorando a mi cuarto, siempre me dice que es por mi bien, que así iré por el buen camino.

En la plaza de enfrente hay muchos niños correteando de un lado para otro, jugando con el balón, niñas jugando a saltar la comba o a las palmas, en una esquina hay un chico contando en voz alta y otros agachados, jugando al escondite, hay varias, casas, casi todas las calles están empedradas, hay botiquines donde sirven fármacos para la gente que está enferma, se ven personas mayores haciendo cola, muchos tosen, hay veces que tosen a la vez y me hace gracia, me fijo que hay una tienda, está cerrada, pone droguería, parece que venden de todo por lo que deja entre ver el escaparate, hay un rótulo, cerrado, y una nota escrita a mano, regreso enseguida, disculpen las molestias, gracias, al lado hay un portal, una señora que va directa a ese lugar, con el chaquetón como de lana, negro, un paraguas que le sirve a modo de bastón, en la mano derecha porta una pequeño maletín marrón, el pelo lo tiene recogido, con un pequeño moño atrás, parece que mira aquí y me hago la disimulada, ella se pone muy rígida, levanta la cabeza, con un gesto muy serio y sombrío, me dan escalofríos, a escasos metros una niña, como de unos nueve o diez años, tiene coletas a los lados, va apenas abrigada con una chaquetita roja, una falda y va tirando de un maletón bien grande, marrón.

La señora desde la puerta del portal aquel la grita una y otra vez, que se hace tarde, la niña desde atrás, me mira, veo que tiene un semblante entre cansada y triste, aunque hace un esfuerzo o eso me lo parece por sonreírme, me da un palpito que en algún momento seremos buenas amigas, como hermanas, se oye que la señora a la que acompaña la llama por su nombre, Herminia.