Pasado oculto. Capítulo 7: El desenlace

El Bar Manolo es punto de encuentro de muchas personas, muchos de los cuales pasan ya las cincuenta primaveras, aunque hay de todas las edades, la mayoría toman unos culines de sidra y cantan, en una mesa están María Expósito, Herminia y Miguel, se reúnen ahí para charlar de sus cosas, pero esta vez es diferente, María les reunió para concretar ciertos detalles del pasado de la vida familiar de ambos, no antes de que estos recopilaran datos del pasado de sus familiares, preguntando a los mas cercanos, a  la tía en caso de Herminia y a su padre en caso de Miguel, parte de los datos ya lo sabían en especial Miguel que siempre oía todo lo que le contaban tanto su padre como sus abuelos, especialmente su abuelo paterno, Herminia como sólo tenía a su tía, a parte de las historias y demás batallitas, todas interesantes, lo que si hizo fue sacar bastantes cosas a la luz,  en especial algunas de las fotos, cosa que por alguna razón  María esperaba.

Tenía en mente no solo el hecho de querer cambiar el apellido, Expósito, sino que antes quería averiguar su pasado, quienes fueron sus padres.

Los datos que traían y sobre todo las fotos reveladoras de lo que podría ser una verdad en que ahora María en principio sospechaba, pues podría ser que ella y Herminia fuesen hermanas y no lo supiesen, es posible que tuvieran un padre en común, las historias  y las fotos encajaban en el rompecabezas de lo que sospechaba, eran pruebas en principio mas que evidentes, pero ella necesitaba saber más, sólo eran ideas que tenían que unir como piezas, porque a lo mejor en el menor de los casos sería una mera coincidencia y no fuese como ella esperaba, así que del Bar Manolo salieron a Oviedo al Hospicio dónde se crió María, quería hacer preguntas a las monjas al respecto, tenían que ir los tres, con las fotos y sacarlas la verdad, aunque doliese.

Una vez en el hospicio, entraron juntos, preguntaron por la Priora, enseguida les atendieron, y les llevaron hasta el despacho, pero sólo pasó María, pasado un tiempo salió con los ojos llorosos, y en su mano un montón de cartas, junto con una foto, justo la foto que dejó su padre en una primera carta antes de dejarla en el hospicio, ahí aparecía su padre y su madre embarazada de ella, les contó que su madre murió quince días después de que ella naciese, que su padre en aquel entonces era maqui y tenía que huir, lo evidente se transformó en real, María y Herminia eran hermanas, y que aquel hombre era su padre.

Pasado oculto. Capitulo 5: Herminia

Estoy sola en la droguería de mi tía, ahora que tengo dieciséis años aprovecha a ponerme los fines de semana a última hora, cuando menos gente va, así poco a poco voy aprendiendo el oficio, para que luego me ponga trabajar con ella cuando termine los estudios, alguna vez pasa a vigilar, aunque lo que realmente la interesa son las cuentas, los números, es lo que la da vida, se los quitas y la da un patatús, ya la estoy oyendo esto hijita mía es el pan de cada día, nuestro porvenir, contando y recontado que no quede un céntimo, que las perras son muy duras de conseguirlas y muy fácil de perderlas, por eso hay que tener la mente siempre en su sitio, si su sitio, el único sitio que ella tiene es el del bar de Manolo a donde van todas sus amigas a criticar a la gente y luego ponen buena cara, la cara de vergüenza tendría que darlas porque muchas lo que buscan es un buen marido con quien casarnos y nos mantengan a las dos y a vivir del cuento y a seguir empinado el codo, y siempre me tiene que sacar una falta y si hay algún cliente siempre actúa de la misma manera, me dice ve tu anda para que aprendas que falta te hace, y luego enseguida me  hace reproches, quejándose  y apartándome a empujones, criticándome, terminando de atender a la persona en cuestión, sobre todo para cobrar, el sentir el dinero en sus manos y el sonido de la máquina registradora.

Pufff… que aburrimiento, ni un alma, por lo menos, vino a verme mi amiga, María, nos conocimos al año de mudarme yo a aquí, en Asturias, a este pueblo, Pola de Siero, vine porque fallecieron mis padres en un accidente, y mi tía era la única pariente que se podía hacer cargo de mí, me acuerdo porque yo tenía diez años, hacía mi primera comunión, ella se encontraba con unas monjas, sentada en una esquina en primera fila, al igual que todas ellas estaba rezando, tras la ceremonia, ella se acercó a mi, y charlamos hasta que mi tía nos separó, me contó que no tenía padres, eso la verdad nos unió a las dos, las monjitas se hicieron cargo de ella, de cuidarla y educarla, su apellido, Expósito, se lo pusieron ellas.

María es algo mayor que yo, y hoy vino a contarme que desde hace unos días, la ronda un pensamiento, una idea, quiere cambiarse de apellido y tiene la ilusión de que además quiere averiguar sobre su pasado, quiere saber quienes fueron sus padres, como buena amiga yo me implicaré en lo que pueda, la verdad no se si es por coincidir en cuanto a ser huérfanas o que, pero es como si nos uniera algo, para mi es como una hermana.

Pasado oculto. Capítulo 2: Los recuerdos

Ya hacía tiempo de la última emboscada, los días van pasando, nunca sabes la hora, la noción del tiempo se pierde a cada momento, solo distingues el día y la noche por la luz, la claridad y la oscuridad, estamos escondidos en una cueva, cerca de las minas, abandonadas ya por la guerra, nadie trabaja en ellas a sacar carbón, me acuerdo de cuando trabajaba picando la recia pared, junto a mi amigo Miguel, mi amigo de la infancia, el pobre quedó impedido por un accidente que ocasionó un derrumbe, ahí murieron varios compañeros aquella tarde, por eso no está en la lucha activa como nosotros, pero el bueno de él se la juega como el que más. Cuando puede con gran disimulo y cautela, para que no le pillen nos trae algunas raciones de comida, pan y vino, gracias a él  y a algunos de nuestros familiares vamos tirando, cuando no, salimos a cazar o ponemos alguna trampa, a ver si cae alguna liebre o jabalí, no siempre tenemos que echarnos algo a la boca, pasamos por ciertas hambrunas, tiritando de frío con el único calor que el de una tímida fogata, cuando no estamos charlando o recostados intentando dar alguna cabezada para descansar, intentamos amenizar el rato charlando, jugando a las cartas o fumando un pitillo, los recuerdos son los que nos mantiene con vida en este mundo infernal sino hemos muerto ya y estamos en él.

Me acuerdo cuando conocí a María, era por el verano en las fiestas del pueblo, ella morena, algo delgada, el cuerpo mas o menos bien formado, llevaba en cada mano un cántaro de leche, yo pasaba cerca, era sábado, me acuerdo, porque me tocaba llevar el rebaño de las ovejas de padre a pastar por el monte, y me ofrecí con la buena intención de ayudarla, cruzamos nuestras miradas, y la dije que esa noche me reservara un baile u dos, ella con una sonrisa me dijo que me preocupara de las ovejas, que tenía alguna descarriada, la dije que era un buen bailarín y esa noche bailaríamos un pegao, una de esas lentas que gusta a las mujeres.

Años después tras rondarla, insistentemente y sobre todo porque la embaracé, nuestras familias no sabían que estuviese en cinta, así que nos casamos.

El tiempo pasó y mi mujer dio a luz a una niña, que pasaría a llamarse María como su madre, por desgracia a los quince días, debido a una neumonía, María, mi mujer, falleció, tras el entierro y como la guerra civil ya había estallado yo no podía ocuparme de la niña y nadie por temor quiso hacerse cargo, así que fui a un orfanato de Oviedo y por la noche con el orvallo empapándome la dejé a la puerta, toqué al timbre y salí corriendo, me acompañaba Miguel mi buen amigo, eso si intenté no antes escribir una carta, con ciertas explicaciones y ruegos a las monjas de que me la trataran bien como Dios manda, es en estas ocasiones, cuando uno se acuerda del de arriba, también dejé una foto donde aparecíamos sus padres, su madre, embazada de ella y yo, abrazados, a su vez la puse un colgante en el que por un lado estaba la Virgen de Covadonga y por el otro lado una foto de su madre.

No todo son buenos recuerdos, pero los guardo para mí, como un tesoro, ahora, por los tiempos que corren es lo mas preciado que tengo y un momento en el que me siento libre, aunque campe por el bosque de la montaña, pero siempre al acecho de mis captores, cual animal con sus instintos de supervivencia.