Petula Polenta

Petula Polenta, mujer desgarbada, de unos andares mas bien cortos, pero a buen ritmo, acaba de cumplir los cincuenta, con el moño recogido, vestido casi siempre triste, el físico pues mas bien delgada, ella que nunca se inclinaba a pronunciarse en ese tema al menos, siempre dice que ni un gramo más ni un gramo menos, su justa medida, trabajadora, muy correcta, puro nervio, jamás se metía con nadie, por lo general era muy reservada en cuanto a su vida privada, la única cosa que la ponía de un humor de perros, eran ciertas noticias o personas que consideraba fascistas o fachas y que jamás perdonaría a los que maltrataron a su familia, huérfana de muy joven, se afilió al partido comunista.

Puesto que nació en un pueblo, pero se crió en una ciudad, se compró una casa a las afueras, a escasos minutos del centro, la cara siempre seria y algo gruñona, tenía ojos azul claro, con ligeros surcos en la frente, cerca de la boca, aunque mas disimulados y en el cuello.

Se dedicaba desde que incidían los primeros rayos de sol a su huerto, con lo que ganaba unos dinerillos, por lo demás, era coser, pasear y leer.

Lo que pudo ser

Fue una tarde de otoño, casi invierno, una noticia tuya me rompió el corazón, me destrozaste el alma, cegada como estaba, aún ahora y a pesar de todo, pensé en intentar engañarme y poder quererte, pero tras quitarme estas vendas que me cegaban, quería arrancarme los ojos, hacer oídos sordos y taparme la boca, no pude por más que llorar y romper a gritar, pude ver a través de tu alma, putrefacta, podrida, cruel. Me hiciste mucho daño, compartíamos una historia bonita, hermosa y de la misma manera que se cae un plato al suelo, de la misma manera que el impacto hace que se rompa en mil pedazos, es como yo me siento, lo que pasó con mi corazón, antes lo era todo, ahora nada, se esfumó, como la última bocanada de aire, un suspiro, lo que pudo ser ya no es, mis sentimientos se quedaron gélidos, helados, tan fríos que difícil será de recuperar ese sentimiento, ahora perdido, el daño que hiciste en mi interior es como una herida abierta, solo el tiempo me hará sanar, olvidarte de ti, tu persona y tu ser, aléjate de mí no dejes rastro alguno y desaparece, solo albergo odio y rencor donde tenía que haber alegría, amor, miro al sol como un rayo a donde pueda regresar y salir de este infierno al cual me hundiste y con el tiempo poder sentir el latir, vivir.

Manolo Fuertes

Manuel Fuertes o manolo como lo conocen en el pueblo, es un hombre mas bien gordito, de complexión fuerte como se define él, la edad, bueno en sus cincuenta, cercano de los sesenta, pelo cano, no es muy alto, como persona es muy trabajador, honrado, alegre y dicharachero, siempre está con sus labores, que vienen a ser la de dar de comer a las gallinas, ordeñar sus dos vacas y cuidar el huerto y cuando no, pues jugar a las cartas o al dominó con los amigos, disfrutando de un buen vino, por lo general es muy tranquilo, lo único que le saca de las casillas son los maricones y los rojos, aunque en este tema es mas bien por culpa de algunos amigos y lo bruto que llega a ser discurriendo, el apellido Fuertes, le viene que ni pintado porque auque apañado, tiene una fuerza en sus manos, son como tenazas, de lo cual presume mucho.

El destino

“¡Corre!” “¡venga!” “¡vamos!” “¡vas a perder el avión!” repito una y otra vez, es desesperante, una sensación de impotencia increíble, salimos con mucho retraso, mucho más de lo previsto.

Menuda carrera por la autopista, con el acelerador pisando hasta el fondo para llegar el aeropuerto lo más rápido posible, adelantamientos indebidos por todos lados, a una velocidad infernal, que seguro me ponen multa.

Cuando llegamos ya era tarde y el embarque cerrado, entonces empezamos con los gritos y los reproches, mientras nos sentábamos en el bar con la intención de calmarnos vimos el avión despegar.

Al poco de sentarnos y en menos tiempo que se tarda en parpadear, un pájaro entró en el motor de un ala del avión, empezó a ponerse en llamas, apenas había despegado cuando el avión se convirtió en una gran bola de fuego seguido de una inmensa explosión.

Pensando que ese era nuestro avión, al que no subimos por haber llegado tarde, no hubo palabras, una simple mirada y un abrazo hizo que aflorasen nuestras lágrimas.

Mambo

No sé qué hora de la madrugada era, pero que importancia tenía,  era cierto que la música que sonó esa noche les llevó a la danza de las sábanas, su baile acompasado a la vez que frenético, todo había empezado en la pista de aquella disco en una isla caribeña, las estrellas curiosas hicieron despertar la alarma de la luna, varios perros y tal vez algún vecino.

La torpeza en baile y el rey en la cama, parco pero sincero en sus palabras, inocente a la vez que gracioso, demostrando que podía ser cariñoso y detallista, servido a su vez de unas cuantas copas y seguido de diferentes miradas, las cuales describían una historia llenas de chispas, destellos varios y un fuego intenso sin necesidad de descripción alguna, por el contrario bajo una apariencia de mantis religiosa, dañada por varios lobos, había una corderita un poco explosiva que reservaba el secreto desvelado esa misma noche el misterio de la bestia que ella llevaba dentro, aunque dejaba pistas intencionadas para poder seguir su rastro.

En ambos casos no sólo influía la vestimenta, especialmente la de ella, pero el intercambio de palabras, risas y demás pasó al más esperado y deseado juego del desenfreno y amor.

La explosión fue mágica y colosal, los cuerpos se encontraban abrazados retozando y disfrutando mutuamente haciendo lo que mejor sabían mientras las caricias y besos surgían por doquier con el reflejo de la luna en el agua del mar por fondo en la ventana frente a la cama, con los ropajes desperdigados por el suelo.

Despertar

Ernesto despierta y se incorpora, se sienta en la cama, mira el despertador de la mesita, faltan unos minutos para las diez de la mañana, se levanta con los pelos alborotados, se mesa la barba, se arrasca la tripa, bosteza, se pone sus zapatillas que tiene al pie de cama, son azules, borreguillo por dentro, un regalo que hizo su madre por navidad.

Marta, su compañera de fatigas, en el otro lado de la cama, duerme a pierna suelta, dejando entre ver un pie por debajo del nórdico, aprovecha que duerme para ir al cuarto de baño que tienen frente a la habitación, dentro se desprende del pijama, se ducha con agua bien tibia, no tiene prisa, ya que es domingo y no tiene que ir a trabajar, cuando sale el espejo está empañado, se seca frotando bien la toalla por todo el cuerpo, de la cabeza a los pies, siempre el mismo ritual, luego cuelga la toalla y se pone el albornoz que tiene colgado detrás de la puerta, sale y entra en la habitación, marta se despierta en ese momento, bosteza, se estira y se sienta en la cama Ernesto se sienta a su lado y se besan apasionadamente, se dan los buenos días, él dice de ir a desayunar fuera, tomar chocolate con churros, y ella acepta de buen gusto.

Tras un sinfín de preparativos, ir y venir, quita y pon, arreglarse, perfumarse y rituales varios, en los que se incluye ver el correo en el ordenador, por fin decidieron salir, en la calle estaba frio y luego hasta lluvioso, pero no dejó de ser una buena mañana.

Visitas

Era de noche, ya estábamos todos en la cama durmiendo, mañana era día de trabajo y tenemos por costumbre acostarnos pronto, una voz inquieta me hizo despertar, al lado de la cama estaba mi hija, mi pequeñita, de nueve años, tenía la luz de la habitación encendida y ella se notaba que estaba asustada, yo quise que se fuera sola y tranquila a la cama, pero me fue imposible, así que la acompañé hasta su cama y me acurruqué junto a ella, a la mañana siguiente me despertó mi mujer diciendo que era tarde, me reprochaba que asumiera la pérdida de nuestra hija y que dejara de dormir en su cama, me preguntaba mientras me levantaba de cómo era esto posible si ella se había suicidado al año de morir nuestra hija.

Payaso

Payaso, payasa: Artista de circo, generalmente vestido y maquillado de forma llamativa, que hace gestos y escenificaciones graciosos o grotescos y cuenta chistes para divertir y hacer reír al público. Adjetivo · nombre masculino y femenino.

Coloquial, persona que hace reír a los demás con sus bromas, ocurrencias, gestos o acciones.

Pues como te lo digo, el otro día vi una pelea en la calle de dos hombres que no sé por qué discutían pero se pegaban de lo lindo y me acuerdo que uno le llamo al otro payaso y le respondió con no sé qué palabrota más un puñetazo que le dejó la nariz sangrando, si es que está la gente alterada con esto del covid este, que si las mascarillas y el ocio, salir de noche y ya ves todo para eso, la cuestión amigo es que casualidades de la vida ese mismo día en la noche vi por la tele un reportaje sobre los payasos, y me encantó, ¿te acuerdas de esos que al salir al escenario decían eso de ¿cómo están ustedes?” y los chavales que estaban de espectadores gritaban ¡bieeeen! y que graciosos eran, a mí siempre me han gustado y me gustan, es una pena que no haya ahora payasos como los de antes, me encantan porque hacen reír a niños y mayores por igual y eso no es fácil ¿entiendes? Son como unos héroes al conseguir eso y más con los tiempos que corren, yo si alguien me llama payaso le doy las gracias y ¿tu?

Epitafio

Este epitafio es a todos los seres que hemos dejado atrás por el sendero de la vida, derivando en el sendero del más allá, un nombre, un rostro, unos sentimientos, esos hechos que en vida nos hicieron reír, otras que sin querer nos hirieron, siempre hemos resaltado su bondad, su sonrisa, la alegría, las ganas de vivir, sueños rotos, sueños cumplidos, sueños por hacer.

Es un epitafio que no tiene edad, o que tiene todas.

Este epitafio, es para guardar mediante la memoria en nuestros corazones y que nos acompañe de esta manera hasta que nuestras vidas llegan a acompañar a nuestros seres queridos, ya sea un familiar, una amistad, nuestro amor, mascota.

No sabremos cómo se truncó esa vida que ahora no está, ya sea asesinato, cualquier tipo, pederasta, violencia de género, etc., también por un accidente, una terrible enfermedad o simplemente que era su hora.

Es posible que afloren las lágrimas debido a su falta, esa ausencia que nos entristece, pero siempre procuramos no rendirnos a la melancolía, luchamos y sacamos a relucir los mejores momentos, cuando nos abrazamos, cuando nos hizo sacar una sonrisa o una carcajada, un te quiero o que mejor que un gracias.

La oreja

Un hombre que por la noche no puede dormir por culpa del calor, se levanta y va al primer bar que encuentra abierto, ahí toma unas cuantas cervecitas bien fresquitas, mmmm, al final se anima y empieza a tomar unas copas y otra, al final sale haciendo eses, va al parque, se acerca a un árbol, mira a todos los lados a ver si no le ve nadie, dicho y hecho el hombre orina y cuando termina, ve que en el suelo hay un objeto, se agacha y mira esa cosa incrédulo, y dice -coño la oreja de Van Gogh-, se acerca la oreja a la boca y le grita – ¡eh! ¡Qué vas perdiendo las cosas!-