Mambo

No sé qué hora de la madrugada era, pero que importancia tenía,  era cierto que la música que sonó esa noche les llevó a la danza de las sábanas, su baile acompasado a la vez que frenético, todo había empezado en la pista de aquella disco en una isla caribeña, las estrellas curiosas hicieron despertar la alarma de la luna, varios perros y tal vez algún vecino.

La torpeza en baile y el rey en la cama, parco pero sincero en sus palabras, inocente a la vez que gracioso, demostrando que podía ser cariñoso y detallista, servido a su vez de unas cuantas copas y seguido de diferentes miradas, las cuales describían una historia llenas de chispas, destellos varios y un fuego intenso sin necesidad de descripción alguna, por el contrario bajo una apariencia de mantis religiosa, dañada por varios lobos, había una corderita un poco explosiva que reservaba el secreto desvelado esa misma noche el misterio de la bestia que ella llevaba dentro, aunque dejaba pistas intencionadas para poder seguir su rastro.

En ambos casos no sólo influía la vestimenta, especialmente la de ella, pero el intercambio de palabras, risas y demás pasó al más esperado y deseado juego del desenfreno y amor.

La explosión fue mágica y colosal, los cuerpos se encontraban abrazados retozando y disfrutando mutuamente haciendo lo que mejor sabían mientras las caricias y besos surgían por doquier con el reflejo de la luna en el agua del mar por fondo en la ventana frente a la cama, con los ropajes desperdigados por el suelo.

En la luna

Corrían tiempos difíciles, pero no para el pequeño protagonista de esta historia, un intrépido joven que fue justo en estas fechas cuando nació,  hacía un año de la gran depresión, el jueves negro lo llamaron, el Wall Street sufrió un gran revés, con varios suicidios, desempleo, huelgas y manifestaciones, fue una crisis a nivel mundial, había terminado la I Guerra mundial en 1918, y ahora 1930, ya entrando y sin saberlo, en los comicios de la II Guerra Mundial.

Hijo de un auditor, estaban siempre de un lado para otro, su padre siempre le llevaba a ver Carreras Nacionales Aéreas, Su interés se intensificó a los seis años cuando realizó su primer vuelo en un aeroplano, aficionado como estaba a la aviación, a las naves espaciales, a los marcianos y cohetes.

En una noche cuando por 1938 a la edad de 8 años nuestro aventuro entusiasta del espacio, estaba escuchando la radio, Orson Wells desde el Teatro Mercurio, bajo el sello de la CBS, radiaba una versión de “La guerra de los mundos” novela de ficción de H. G. Wells. Los hechos se relataron en forma de noticiario, narrando la caída de meteoritos que posteriormente corresponderían a los contenedores de naves marcianas que derrotarían a las fuerzas norteamericanas usando una especie de «rayo de calor» y gases venenosos.

En la radio se oía:

Señoras y señores, esto es lo más terrorífico que nunca he presenciado… ¡Espera un minuto! Alguien está avanzando desde el fondo del hoyo. Alguien… o algo. Puedo ver escudriñando desde ese hoyo negro dos discos luminosos… ¿Son ojos? Puede que sean una cara. Puede que sea…

El muchacho absorto por la gran aventura que estaba escuchando por la radio, no oía que su padre le estaba llamando para que fuera a la mesa a cenar.

El padre de tanto que le llamó se enfadó y apagó la radio, venga hijo a cenar, parece que estés en la luna.

Hoy es 21 de Julio de 1969, me llamo Neil Alden Armstrong, a bordo del Apolo 11, voy a ser el primer hombre en pisar la luna.

“Un pequeño paso para un hombre, un gran salto para la humanidad” (Neil A. Armstrong).