Charcos

Reflejo de la vida

Del pasar del tiempo

Sudor de la naturaleza

Lágrimas de los ángeles

Una luna triste

Un sol roto

Pisoteado por todos

Diversión de los niños

Compañero del camino

Contenedor del agua

Desfiguras la realidad

Juegas con las imágenes

Presa del pasado

Del pasado de las dos Españas

Las que fueron y son una

De izquierda a derecha

Bajo un mismo demonio

Llamado guerra

Un grito ensordecedor

Desgarras a una madre

Por un hijo muerto

Son tu madre y la mía

Son tu hijo y el mío

Hoy el presente

Refleja un fantasma

Creído enterrado

Despiertas viejas heridas

Con pus y entrañas sucias

La calavera siempre aparece

Y esos charcos de antiguas trincheras

Hoy levantan altas torres

De una civilización manchada

Gobernada sin dignidad

Perdidos en un laberinto

Oscuro, lánguido y mugriento

De una nación y una bandera

Mancillada su inocencia

En la que somos muchos

Y no se piensa en nadie

Gritamos y alzamos las manos

Pues de izquierda a derecha

Somos todos uno

Tú y yo

Tu vecino y el mío

Pertenecemos a este mundo

A este país

Si ves un charco

Aquí estoy yo

Aquí estamos todos Respeto, amor, igualdad

Paz y Esperanza

-¡Ring! ¡Ring! ¡Ring!

-buenos días ¿dígame?

-buenos días ¿está Paz?

-lo siento no sé donde está

-y ¿Esperanza?

-tampoco

-¿es que no iba con Paz?

-pues llegan tarde para dar la vuelta al mundo.

Paz y Esperanza

Esperanza y Paz

siempre juntas

muy unidas

van a la par

siempre de un lado para otro

si se separan se pierden

ya no están

han desaparecido

aunque siempre, siempre

aparecen

con sus amistades

Amor y Prosperidad.

El manzano de la esperanza

Hace ya muchos, muchos años, en el reino Astur, vivía un hombre poseedor de grandes fortunas y terrenos, este hombre se llamaba Anselmo, estaba casado con una mujer, Salomé, ellos querían ser padres, visto que no lo conseguían, decidieron ir Cangas de Onís a rezar a la Virgen de Covadonga, pasaron los años y el milagro obró, la mujer dio luz a una hermosa bebé, a la que pusieron de nombre Mari Luz, contentos como estaban lo festejaron por todo lo alto.

Pero resultó que la leche materna era muy escasa y no era muy buena, así que buscaron una mujer que pudiera amamantarla, de todas las que se presentaron fue Esperanza quien consiguió ser aceptada en la familia, durante largo tiempo vivieron felices.

Mari Luz fue creciendo estaba siembre muy contenta y alegre, jugaba y reía con sus padres y con Esperanza que era prácticamente de la familia, ya tenía sus maravillosos y esplendorosos 15 años, nadie suponía que hubiera un día trágico para la familia y fue cuando un día Mari Luz enfermó, débil como estaba y tan frágil, postrada como estaba, ni si quiera los mejores doctores de Oviedo (Ovetum) dieron con la causa de la enfermedad y su posible remedio, la daban ya casi por fallecida, la tristeza imperaba en toda la familia, Esperanza fue entonces ver a la Virgen de Covadonga en Cangas de Onís y sus plegarias fueron escuchadas y Mari Luz sanó, volvió a la vida, Anselmo y Salomé estaban muy agradecidos, así que decidieron dar parte de sus terrenos a Esperanza, ella en respuesta a tal bondad les dijo que si algún día la llegaba la hora les pidió que plantaran un manzano para que pudieran acordarse de ella, que lo único que había hecho era querer a Mari Luz como a una hija y rezar a la Virgen de Covadonga para que sanara.

Pasó el tiempo, Esperanza era casi una anciana, cuando pasó a mejor vida, todos en aquella familia lloraron su pérdida, y como habían prometido plantar un manzano llegado la hora así hicieron, uno muy hermoso y florido, el manzano de la Esperanza.

Ícaro

Estaba ahí, solo, frente aquella magnitud, un océano del inmenso cielo y una plenitud de nubes a sus pies,  el esfuerzo bien lo merecía, con el tiempo se convirtió en un escalador, lo llevaba en su sangre, su padre al igual que él ahora, había  conquistado aquél reto, otro ocho mil en su haber, con este, superaba el record de su padre, estaba exhausto  pero sonreía feliz.

Cerraba los ojos y su imaginación volaba como Ícaro, se reunía así con su padre y reían juntos, era un niño que trepaba por las rodillas de su padre y así hasta llegar a la blanca cima de la cabeza, vuela Ícaro, vuela, se libre y feliz.