Viaje a lo desconocido

Se hace eterno cuando tienes que hacer una expedición, además no saber  lo que vas encontrar te resulta tedioso, es algo que aborrezco y me pone de los nervios, pero una vez que empiezas hasta le da un gustillo, ser el primero en descubrir un lugar, las cosas y los seres.

Vengo del planeta Norgia en la Galaxia Xlable, aventura total, no me han informado de lo que me puedo encontrar, es la primera expedición, y se requiere de los mejores, por eso han confiado en mí.

Viajo en una súper nave nodriza explorator2000, a la velocidad de la luz, cuando ya estamos cerca del planeta no paramos, luego me lo dejan todo a mí, bajo en una nave, la TXA01, ahora me toca a mí guiarme por mi instinto de explorador y dar lo mejor que se en honor a los míos, sólo sé que el planeta se llama tierra y a sus habitantes terrícolas, que aspecto tienen y cómo será su flora y fauna son algo que desconozco, pero esto es lo que he escogido, pongo unas coordenadas y decido aterrizar.

Pasado un tiempo por fin tomo tierra, pongo la nave en modo invisible para no ser descubierto, nada más bajar el suelo es como blando, vegetal, verde, tomo una muestra para analizarlo, sigo caminando, veo un objeto que es como rectangular, pero termina en punta, compuesto por dos partes, la parte delantera son más altas y termina en punta, tiene una parte que está situado encima, en uno de los laterales tiene una abertura, pero no hay puerta, hay un letrero se lee “rufus” me aventuro y entro, un ser que se parece a mí se acerca tiene unos dientes amenazantes y unas babas que gotean, no parece a pesar de su aspecto amenazante, retrocedo unos pasos, tiene un arma entre las piernas trasera, me dispara, es líquido y amarillento, no sé qué pretende yo ante la amenaza procedo a mi manera, saco la pistola desintegradora y… ¡Zium!

Final feliz

Guillermo es un joven de unos 30 años, delgado en apariencia, pero fuerte, alegre, muy laborioso. Criado en  las montañas de Asturias, trabaja en Oviedo, en unas oficinas de telecomunicaciones, no solo llevaba los asuntos de la oficina, también se encargaba de la informática de su sección, ponía apunto todos los ordenadores, las impresoras, etc.

En la oficina todo el mundo le conocía como “el correcaminos” pues no paraba ni un minuto, siempre de un lado para otro con prisas, guille arréglame esto!!!, guille arréglame lo otro!!!, guille necesitamos papel para imprimir los documentos!!! le ordenaban, además tenía el peor jefe que podría tener cualquier empleado, Guillermo tienen que estar las facturas para ayer!!! Espetaba, al pobre, no le permitía cometer ningún error, a la mínima le obligaba a ir al despacho para que enmendara el estropicio y pensara en ello, tras una bronca monumental que temblaba hasta las paredes.

Cuando llegaban las vacaciones siempre se marchaba con su familia en las montañas, lejos del estruendo y alocada vida de la ciudad, pero un día un amigo suyo de la infancia, vecino de la casa que había un poco más abajo de la casa de sus padres, le recomendó que en vez de veranear en las montañas se fuera a otro país, recomendándole que podría si quisiera ir China, que sería un viaje de lo más cultural y atractivo, así que le hizo caso, preparó las maletas y compró unos billetes de ida y vuelta, Oviedo-Madrid-Pekín y Pekín-Madrid-Oviedo.

El día del viaje, Guillermo no solo temblaba como un flan de lo nervioso que estaba, le sudaban las manos a chorros, bueno también la frente y el sobaco, en la aduana pitó por el detector de metales le hicieron quitar el cinturón y el pantalón como le caía se lo agarraba como podía con una mano, mientras con la otra enseñaba la documentación y tiraba del equipaje de mano, ya en el avión  fue algo más tranquilo, aunque los nervios no se le iban, lo peor fue sufrir la fuerte turbulencia al llegar a China tras haber soportado no sé cuántas horas, cuando por fin en el avión pudo aterrizar, peor fue buscar la salida ya que no entendía los letreros, una veces por intuición y otras preguntando y encima afuera llovía que parecía que tiraban calderos de agua, tras la encrucijada de llegar a una parada de bus y comprar un billete, el autobús no es que fuera malo, es que como mínimo era de segunda o tercera, extremadamente pequeño e incómodo, hasta el punto en que estaban todos apretados y había un hombre que llevaba una gallina que le estuvo picando la cabeza todo el recorrido hasta que llegó al hotel, bueno si eso se podría llamar así, le dieron una habitación de mala muerte, que olía a vómito y estaba plagado de mosquitos y otros insectos, así que de los nervios, se le puso un tic en una ceja, y la cama era dura como el demonio.

Al día siguiente reclamó y le pusieron en un bungaló, en la playa conoció a una joven muchacha, era un poco más joven que él, trabajaba para los misma agencia, además  se hospedaba en un bungaló un poco más allá, se llamaba Chun Lee.