Cuento feliz

Érase una vez, en un castillo, donde vivía un Rey, una Reina y su querida hija la Princesa, eran muy felices, reinaba la paz y la tranquilidad.

Todo era diversión, alegría, placer, las personas de aquel reinado trabajaban sin discutir, nadie pasaba hambre, se compartían las cosas.

Ajeno a tal maravilla, en una cueva, vivía un ogro, malvado y cruel.

Un día, el ogro interrumpió en el castillo montando encima de un dragón y se dirigió al Rey y a la Reina amenazante: -ya no habrá paz ni tranquilidad, nadie trabajará y además pasareis hambre-.

Todo el mundo en aquel reino empezó a tener miedo, las personas empezaron a discutir y a regañar los unos con otros como si de un maleficio se tratase, sembrando el caos, no conforme con esto, el ogro raptó a la Princesa.

Pasado un tiempo, un Príncipe joven y apuesto llegó al reino en donde en su momento fue luz y hoy, eran sombras, se notaba el pánico y la desconfianza, una vez en el castillo fue a ver al Rey y a la Reina, desconsolados por el rapto de su hija, la Princesa, él con sus palabras calmó a los Reyes, salió al palco y pronunció unas palabras:- que todo el mundo se tranquilice para que regrese la paz y serenidad a este reino, pues yo rescataré a la Princesa-.

Sin más se subió a su blanco corcel y partió, se dirigió a las montañas, a la cueva del malvado ogro, el lugar era desapacible, sin apenas vegetación y con la nieve tan fría y heladora dificultaba el camino, aún así nuestro valiente Príncipe encontró al ogro y al dragón, al fondo estaba la Princesa encadenada.

Se dirigió al ogro y le dijo: – Soltad a la Princesa y no os pasará nada, ni a ti ni a tu dragón, a lo que el ogro respondió: -jajaja, se rió burlonamente, -a mi dragón y a mi tendréis que vencer-, sin más el Príncipe se bajó del corcel, se dirigió a ellos y sacando una piedra de un pequeño saco que llevaba consigo dijo: -¡pequeño, ridículo!- y el dragón y el ogro se hicieron tan pequeños, del tamaño de un ratón y los metió en una jaula, liberó a la Princesa, regresaron al reino, dónde todo quedó como al principio.

Se casaron, vivieron felices y comieron perdices.

FIN.

La sepia serafina

En el fondo del mar hay muchos peces y otras especies, pero destaca un grupo de amigos, está Espe, la esponja, Patricia, la estrella marina, Calamaro, el calmar, Serfina, la sepia y Antón el mejillón.

Estos amigos se conocieron desde que eran pequeños, ya desde el primer día que coincidieron en el colegio, siempre jugaban juntos y se contaban cualquier cosa que les sucediera y siempre deseaban realizar un mogollón de aventuras.

Al salir del cole siempre iban juntos, les molaba jugar al futbol y Calamardo siempre era el portero, cuando se cansaban marchaban, los últimos eran serafina y Antón, serafina muy burlona siempre le decía Antón cabezón o Antón tontorrón, el pobre no entendía por qué serafina le decía estas cosas y avergonzado se escondía en su cascarón, el pobre Antón, el mejillón, triste se encontraba pues sentía que serafina su amor sería.

Pasaron los años, ya no eran unos niños y ahora era el momento de encontrar la media naranja, de hecho Serfina, la sepia, estaba en la iglesia casándose, y justo en el momento en que el cura preguntó si alguien tenía que decir algo, Antón, el mejillón interrumpió y dijo ¡Yooo! ¡Serafina no te cases! ¡Yo yo yo te te te amo! Todo el mundo enmudeció y Serafina, la sepia, muy sorprendida ¿cómo es posible después de tanto tiempo? Y además el día de mi boda, ¿no ves que somos diferentes? Tu eres un mejillón y yo una sepia, nuestras familias no lo van a aceptar, pero Antón, el mejillón muy decidido preguntó –pero ¿qué dice tu corazón? A lo que ella respondió –pues tienes razón- y juntos marcharon nadando y le dijo serafina –mira que eres cabezón Antón, pero eres mi tontorrón, te quiero y así felices los dos.

La aventura

-hijos hoy os voy a contar un cuento que no encontrareis en los libros y que vuestro abuelo con tan solo la ayuda de la imaginación, nos contó a mí y a vuestro tío cuando nosotros teníamos vuestra edad, además os prometo que no tendrá ni príncipes ni princesas, espero que os guste- dije mientras me sentaba entre las dos camas de mis pequeños retoños.

“Hace mucho, mucho tiempo, una familia de intrépidos aventureros llegó hasta África, fueron a la sabana, donde vieron muchos y exóticos animales, elefantes, jirafas, cebras y hasta los felinos más temibles, los leones.

Pero eso no fue todo, en su exploración llegaron hasta dónde existía una tribu muy peligrosa, los zulúes, así que antes de que pudieran rodearlos  salieron huyendo tan rápido como pudieron, con fortuna se pudieron refugiar en un campamento, lo malo fue que había sido atacado por la misma tribu que les había perseguido hace un instante, vieron con horror que había muchas bajas entre los soldados.

El padre de la familia resultó ser todo un estratega, su especialidad era poner trampas, así podrían sorprender al enemigo consiguiendo asustarlo a la vez que disminuir el número de atacantes, contaban con rifles, mientras que la tribu de zulúes tan solo flechas y lanzas, por mucho que escondieran tras sus escudos, además de ser tan bravos, osados y valientes que les hacía dignos oponentes, con esa imagen siniestra de fieros que les hacía aún más temibles.

La tarde pasó aparentemente tranquila, con relativa calma, salvo alguna pequeña escaramuza de tanteo en diferentes puntos del campamento, sin lamentar pérdidas, excepto algún herido, sólo algunos de los enemigos habían caído en diferentes trampas.

Fue llegada la oscura noche, cuando decidieron atacar, los rodearon, no había escapatoria alguna, se oían los gritos del enemigo al caer en las trampas, no sabía decir cuántos cayeron en esa cruenta batalla, hubo muchas pérdidas pero estaban preparados, improvisaron una antorcha que arrojaron fuera, levantando una gran llamarada alrededor del campamento haciendo que el enemigo saliera corriendo, eso hizo que se lo pensaran dos veces antes de atacar, bien es cierto que ambas partes sabían que ese fuego se apagaría, mientras tanto aprovecharon los cuerpos que habían servido ya con honor a la patria, con la idea de ponerlos alrededor con sus rifles apuntando al exterior, causando confusión al enemigo, sin saber si atacar o no, decidieron hacer pequeños enfrentamientos, la noche fue larga, las balas y soldados escaseaban ya, y  lo peor era que no tenían apenas agua y nada que llevar a la boca.

No estaba todo perdido, al amanecer, con los primeros rayos de sol oyeron una corneta, venían a recatarlos, llegaban refuerzos, estaban salvados, la caballería llegaba a galope haciendo frente al enemigo y consiguiendo que los zulúes huyeran, los recibieron con vítores y hurras, así que los supervivientes, heridos y la familia regresara a sus casas”

Una vez terminado, comprobé que mis peques estaban durmiendo, como angelitos, salía de la habitación cuando Guille me dijo, -gracias papi, una gran aventura-  de nada dije mientras le tapaba y besaba su frente, salí sonriente y feliz.