Érase una vez, en un castillo, donde vivía un Rey, una Reina y su querida hija la Princesa, eran muy felices, reinaba la paz y la tranquilidad.
Todo era diversión, alegría, placer, las personas de aquel reinado trabajaban sin discutir, nadie pasaba hambre, se compartían las cosas.
Ajeno a tal maravilla, en una cueva, vivía un ogro, malvado y cruel.
Un día, el ogro interrumpió en el castillo montando encima de un dragón y se dirigió al Rey y a la Reina amenazante: -ya no habrá paz ni tranquilidad, nadie trabajará y además pasareis hambre-.
Todo el mundo en aquel reino empezó a tener miedo, las personas empezaron a discutir y a regañar los unos con otros como si de un maleficio se tratase, sembrando el caos, no conforme con esto, el ogro raptó a la Princesa.
Pasado un tiempo, un Príncipe joven y apuesto llegó al reino en donde en su momento fue luz y hoy, eran sombras, se notaba el pánico y la desconfianza, una vez en el castillo fue a ver al Rey y a la Reina, desconsolados por el rapto de su hija, la Princesa, él con sus palabras calmó a los Reyes, salió al palco y pronunció unas palabras:- que todo el mundo se tranquilice para que regrese la paz y serenidad a este reino, pues yo rescataré a la Princesa-.
Sin más se subió a su blanco corcel y partió, se dirigió a las montañas, a la cueva del malvado ogro, el lugar era desapacible, sin apenas vegetación y con la nieve tan fría y heladora dificultaba el camino, aún así nuestro valiente Príncipe encontró al ogro y al dragón, al fondo estaba la Princesa encadenada.
Se dirigió al ogro y le dijo: – Soltad a la Princesa y no os pasará nada, ni a ti ni a tu dragón, a lo que el ogro respondió: -jajaja, se rió burlonamente, -a mi dragón y a mi tendréis que vencer-, sin más el Príncipe se bajó del corcel, se dirigió a ellos y sacando una piedra de un pequeño saco que llevaba consigo dijo: -¡pequeño, ridículo!- y el dragón y el ogro se hicieron tan pequeños, del tamaño de un ratón y los metió en una jaula, liberó a la Princesa, regresaron al reino, dónde todo quedó como al principio.
Se casaron, vivieron felices y comieron perdices.
FIN.