Cuatro son las estaciones,
primavera, verano, otoño e invierno,
como si de un tren se tratase,
siempre haciendo el mismo recorrido,
pasando por los días, meses, años,
pasa por nuestra vida,
pasan, apenas paran,
lo sentimos, lo vemos, lo oímos.
En primavera, que
“la sangre altera”
brotan las flores,
como un pintor que
da pinceladas al cuadro,
de vivos colores,
el gusano, de capullo,
pasa a mariposa,
siempre tan revoltosa,
los pájaros con sus
dulces pías que pías,
como un músico,
creando maravillosas melodías.
En verano cambian los colores,
azul, verde o amarillo,
colores del monte, del pino
la playa, arena y el sonido,
de una sirena,
el descansar,
riachuelo, lago, mar,
te apetece disfrutar.
En otoño, cuando
a los árboles ves deshojar,
las hojas, como hermosas mujeres,
las contemplas moverse,
sin parar de bailar,
los troncos tal como
la madre naturaleza
trajo al mundo,
con ritmo, alzan los brazos al viento,
su cuerpo desnudo,
moverse sin para de danzar.
En invierno, tan
crudo, frio, helado, gélido,
como las almohadas,
se desprenden de las plumas,
llega la navidad,
llega la ilusión,
llega el mazapán y el turrón,
los regalos tocan comprar,
termina el año y
vuelta a empezar.