Los mellizos

Esta historia ocurrió ya hace mucho, mucho tiempo, se trata de una verdadera historia de amor imposible, en un Oviedo en tiempos de una Guerra civil española, dos hermanos mellizos separados al poco de nacer. ¿Se terminarán reencontrando?

Todo empezó con Antonio, vivía en Oviedo, perteneciente a una familia acomodada, pues sus abuelos habían hecho las américas, consiguiendo hacer fortuna mediante un negocio de compraventa de productos comestibles, sobre todo de productos asturianos, ahora Asturias se conocía en gran parte de Latinoamérica, Cuba, Venezuela, Colombia, Ecuador y Perú entre otras.

No conforme con eso hicieron una fábrica de sombreros y después para rematar y ampliar su fama y dineral, construyeron una tabacalera, muchos años después decidiendo regresar a España, a su tierra natal, e instalar una casa colonial en Salinas para más tarde trasladarse a la capital, Oviedo.

Pues bien, no sólo tenían mucho poder adquisitivo, además tenían varias sirvientas y un ama de llaves, traídas ambas de aquellos países tan lejanos como exóticos, el ama de llaves de Ecuador, y las demás sirvientas entre otras del Perú, entre ellas se encontraba María de las Mercedes, una mujer tan importante como transcendental en la historia del joven Antonio.

Era el veinte cumpleaños del joven Antonio, transcurría pues como todas las fiestas, muchas risas, familia, amigos, un sinfín de comida y otro tanto de bebida, se respiraba júbilo por donde pasaras, esa noche fue más larga de lo habitual, ya muchos de los invitados habían marchado, los padres se habían retirado a dormir dejando al cumpleañero con algunos de los mejores amigos y algunas sirvientas, entre ellas la joven María de las Mercedes, María, la llamaban de un manera más coloquial y cariñosa.

Antonio se sentía atraído por María, pero debido a la posición de su familia, intentaba en lo posible esconder sus sentimientos, aunque era imposible no darse cuenta, pues su mirada lo decía todo, la cuestión era que la joven muchacha tenía también ojitos hacia el señorito, por mucho que lo intentase disimular era evidente su enamoramiento.

Cuando tenían la fortuna de estar a solas aunque fuera unos míseros instantes, para hablar sin censura alguna, apartados de miradas inquisidoras, con frases amables, llenas de amor y ternura, incluyendo halagos varios.

Ese día de su cumpleaños lo prepararon todo para poder estar juntos esa noche y poder amarse lo que no podían hacer en el tiempo que pasaban bajo el mismo techo, pero aunque la familia quería mucho a la joven muchacha, nunca permitirían algo semejante, ella una mera sirvienta sin aspiraciones y estudios, extranjera y extraña a ojos de cualquiera, demás era por así decirlo, morenita, si es cierto que era evidente su hermosura, era cariñosa y muy servicial, además en lo posible la trataban como a una igual, pero siempre sería una empleada más, él era de familia bien, adinerada, blanco y español, no podía permitirse esos caprichos.

Hubo más reuniones secretas a la luz de la luna en los meses siguientes, habiendo consentimiento por ambas partes por igual, tal fue así que la dejó en cinta, lo intentaron ocultar, pero pasaron los meses y era imposible ocultar la realidad, lo evidente y la pareja para no enfurecer a la familia de Antonio echaron la culpa a un fulano inexistente, que actuando de artimañas y crueles tetras, sedujo a la joven María para que hiciera cosas indecorosas y así intentar apaciguar la ira de la familia y que por el contrario se apiadasen de ella.

Pasados los nueve meses, la joven María dio a luz a dos hermanos, un par de mellizos, el primero en salir era del color de la madre, al que pusieron de nombre Antonio, pues era el primogénito, el segundo, blanco como el padre, le pusieron de nombre Alejandro, -Alejandro el magno- bromeó el padre.

Por desgracia en 1936 la joven pareja decidió separarse pues España estallaría en una guerra civil, antes de que Oviedo fuera sitiada y bombardeada, la madre se iría con el pequeño Antonio de regreso a su patria, su amado Perú, por el contrario, el padre se haría cargo del otro bebé, Alejandro.

Varios días antes de la despedida un amigo del señorito, Alfredo, un compañero del trabajo y fiel amigo, les había hecho una foto, una de los cuatro juntos, para luego partir la foto por la mitad, él se quedaría con la  imagen en la que está María y su hijo Antonio y la otra parte sería para la madre, ambos guardarían dichas mitades como oro en paño, con la promesa de reencontrarse.

¿Qué sería ahora de los hermanos?…