Llegan tiempos bíblicos, en pleno S. XXI, confinados a nuestra suerte, encerrados en nuestras casas, entre cuatro paredes, como si fuera nuestra prisión.
No puedes salir, sólo si es para comprar, con mascarillas, con guantes, manteniendo la distancia, sin besos ni abrazos, hecho de menos cuando te abrazaba y podía oír el latir de tu corazón, sentir el calor de tu cuerpo.
Y día tras día, siempre a la misma hora, a las ocho de la noche, aplaudo, aplaudimos todos, a los que limpian y desinfectan, a la poli, y en especial a sanidad.