El puerto

Estoy impaciente por ver a mi sobrino, el hijo único de mi hermana, él viene a ayudarme en mi negocio, imagino cómo vendrá, asustado, pues desconoce lo que le espera, nueva gente, costumbres y sobre todo un nuevo idioma, aun así y de ante mano que seguro se encuentra ilusionado, con ganas de trabajar y labrarse un nuevo futuro.

Recuerdo cuando marché, fue muy duro despedirme de mi familia, padre y madre, mi sobrino era un crio, lloraba como todos los demás, pero sabía que en su interior estaba feliz y contento, orgulloso de la aventura que estaba a punto de emprender, le sequé las lágrimas, le di un pañuelo para que se sonara, nos sonreímos, me apartó de los demás y me prometió que ahorraría y que cuando tuviese la edad suficiente viajaría y se vendría conmigo y le dije –claro que sí, ya sabes que estaré esperándote para vivir infinitas aventuras- entonces entrelazamos los meñiques y dijimos –prometido- nos abrazamos y le besé la frente mientras le acariciaba el pelo.

Ahora me encuentro en el puerto esperando la llegada del barco, el cielo está azul, y las gaviotas vuelan en lo alto, el barco se acerca lentamente, le veo en proa, me quito el sombrero y le saludo agitándolo de izquierda a derecha, le espera una nueva vida llena de aventuras.

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