Atardecer en la cima

El gato trepó al cerezo en flor, donde podía disfrutar de las magníficas vistas, en sus garras se apreciaba un rojo sangre que le quedó después de la caza y posterior festín con aquel alegre y confiado roedor.

En la casa se oía el péndulo del reloj del salón, tic, tac, parecía vacía, pues había un gran silencio y oscuridad, con tan sólo una luz difusa de la ventana de la cocina, era la hora de la siesta y las persianas estaban bajadas.

Charly se había trasladado del pequeño apartamento a la casa del abuelo, herencia que recibió tras su fallecimiento, había noches en que apenas si dormía, pues se acordaba de él, eran fuertes sus lamentos, hacía emanar un maremoto de lágrimas añorando las caricias y los apurruños, a la vez que sentía una gran soledad.

El tiempo pasó, llegando el otoño, la estación que más le gustaba, pues sacaba la vieja bicicleta y subía por la ladera de la cima, bajo sus pies crepitaban las hojas secas, pasaba por el puente y miraba con entusiasmo el río que debido a sus tranquilas aguas parecía un espejo, esa misma tarde el aire era frio, helado.

Cuando llegaba a la cima veía a lo lejos una mansión ya abandonada, decían que estaba maldita, en la que habitaba un vampiro, a lo lejos en una ventana le pareció ver una sombra y pedaleó como nunca hacia su casa, al llegar se sintió aliviado y se echó a reír pensando en esa historia de miedo, eso sólo eran cuentos, invenciones de la gente, eso no era cierto, o…. ¿tal vez si?

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